Enseñar matemática es todo un desafío.
Los profesores de matemática somos vistos como bichos raros y recibidos con muchos prejuicios y preconceptos.
Para los chicos somos personas "muy inteligentes" y "muy aburridas" a quienes no pueden alcanzar por nada del mundo, como si nos encontráramos en otra dimensión, por lo que es difícil llegar a ellos y contarles lo maravilloso del mundo matemático.
Muchos alumnos llegan a la secundaria luego de varios fracasos con el área en la primaria y se entregan con resignación a la continuidad de dicho fracaso.
Hay cosas que he observado a lo largo de mi carrera docente:
*los chicos dicen que no les gusta la matemática pero, cuando entienden el tema se enganchan y piden más.
*por otra parte, cuando son chiquitos, piensan, son creativos y les encanta resolver problemas pero en la mitad del camino de su escolaridad primaria pierden todo interés.
¿Qué pasa en ese interin?
¿Qué es lo que estamos haciendo mal?
Es triste pensar que no podemos hacer que nuestros alumnos sientan al menos una parte de lo que sentimos nosotros cuando hacemos matemática, ese placer, esa facinación, esa curiosodad, si la matemática está presente en todo el universo, es imposible evadirse de ella, no podemos resistirnos a ella!!!
¿Qué lectura podemos hacer de este fenómeno?
Espero comentarios de colegas que puedan ayudarme a desmenuzar estas humildes reflexiones
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